Aquel día fue uno en el cual tenía que pensar en mí. No podía correr el riesgo de dejar con vida a mis colegas por más fieles que fueran. Fue una decisión amarga que estuvo junto a mi cama toda la noche. Aunque traté de comerme el plato de la lealtad, al fin y al cabo, no pude enfrentar la traición que venía de frente a toda velocidad.